Pídeles consejos a los viejos y a los jóvenes, pero sigue tu propio sentido común. Proverbio árabe.

Cualquiera que sea la modalidad formativa, pueden identificarse una serie de puntos críticos que determinarán el éxito o el fracaso en nuestra labor docente. Desde mi experiencia, y sin ánimo de ser exhaustivo, permíteme que comparta contigo algunos de ellos:
  • Lograr la participación de los alumnos
Las actividades que propongamos deben estar bien diseñadas y resultar significativas para los alumnos. 
  • Reconducir y enfocar la conversación. 
Podemos encontrarnos que durante la conversación didáctica el tema central a tratar puede comenzar a diluirse en favor de cuestiones menos relevantes. En estos casos considero que no debemos intervenir bruscamente, sino analizar la conversación entre los alumnos y aprovechar cualquier comentario para retomar el tema, bien sea resumiendo lo dicho hasta el momento o formulando una nueva pregunta que suscite interés.

  • Que la logística funcione. 
Los materiales y herramientas que vayan a emplearse durante la formación deben ser revisados antes del comienzo. Atención especial requieren aquellos elementos que puedan condicionar drásticamente nuestra labor. 

  • Ubicar la acción. 
Aprendemos mejor cuando conocemos hacia dónde se encaminan nuestros esfuerzos. Por lo que es importante contextualizar los contenidos para que el alumno comprenda el por qué y el para qué. 

  • Saber cerrar la sesión con conclusiones. 
Las personas necesitan recapitular lo aprendido hasta cierto momento de la formación. Por este motivo es importante resaltar de manera resumida las ‘ideas fuerza’ trabajadas en cada sesión. 

  • Utilizar los silencios. 
Todos necesitamos tiempo para pensar y para reflexionar. Dinamizar una acción formativa supone provocar esos momentos de reflexión. Ahora bien, debemos hacerlo en su justa medida ya que abusar de los silencios puede hacer desfallecer el ritmo de la formación y la concentración de los participantes. 

  • Lograr insights.
Decía Galileo Galilei que no se puede enseñar nada a un hombre, sólo se le puede ayudar a encontrar la respuesta dentro de sí mismo. Pues bien, ayuda a tus alumnos a que se formulen sus propias preguntas y dale pistas para que no se sientan abrumados o perdidos. 

  • Aprender a través de la experiencia. 
“La sabiduría es hija de la experiencia” decía Leonardo Da Vinci. Por tanto, si ‘la práctica es el mejor maestro’, deberíamos recurrir al «aprender haciendo» siempre que nos sea posible. 

  • Transformar la formación en una experiencia divertida. 
El acto de aprender es muy gratificante para cualquiera de nosotros (eleva nuestra autoestima, amplifica nuestras habilidades, etc.) pero tenemos que esforzarnos en convertir el proceso de educativo en una actividad más motivadora y divertida. 

  • Lograr que todos se sientan respetados.
La formación no debe centrarse únicamente en contenidos, sino también en actitudes y valores. El respeto mutuo y aceptar opiniones distintas a las propias son habilidades transversales necesarias para vivir en sociedad. 

  • Conocer los estilos de aprendizaje de los alumnos. 
Cada uno de nosotros tiene una particular forma de aprender. Incluso cada individuo puede utilizar estrategias distintas en situaciones diferentes. En definitiva, conocer estos estilos cognitivos puede ayudarte a segmentar a tus alumnos y a adaptar tus estrategias didácticas. 

  • No caer en la monotonía. 
Los procesos monótonos y rutinarios son muy desmotivantes. Cambiar el ritmo, los medios utilizados y las actividades en base a una planificación previa y con moderación puede ser una buena idea. 

  • Escuchar ideas y comprender emociones. 
Las emociones están presentes en toda actividad del ser humano. Si sabemos interpretarlas nos resultará más fácil gestionarlas. Por ejemplo, durante el proceso de aprendizaje el alumno puede mostrar síntomas de frustración, miedo, amenaza, etc. Identificar estas situaciones a tiempo puede evitar que muchos alumnos abandonen o simplemente se queden rezagados.  

  • Gestionar tus propias emociones. 
Determinadas situaciones pueden ponerte al borde del abismo. Todos los que nos dedicamos a la formación conocemos el amargo sabor de la frustración por no conectar con determinados alumnos. No desesperes, acepta tus limitaciones e intenta aprender de estas dificultades. Como decía Albert Einstein “Busca la simplicidad en el desorden. Busca la armonía en la discordia. En el corazón de la dificultad se encuentra la oportunidad”. 

  •  Crear redes de conocimiento. 
Cualquier proceso de formación puede ser una oportunidad inmejorable para que ayudemos a los participantes a tejer su red de conocimiento. El aprendizaje es un continuo a lo largo de nuestra vida y no termina cuando finaliza un curso. Como formador puedes contribuir a que esta red sea robusta, fluida y permanente. 



¿Cuáles añadirías vos...?

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